Se dice que todo comienza y todo termina; cada etapa tiene su ciclo. A veces buscamos respuestas sobre el porqué de esos finales y sentimos que son injustos. En este caso no entraremos en esos detalles, sino que queremos agradecer por este ciclo que, sin duda, nos hubiese gustado que durara más. Sin embargo, las circunstancias marcaron el cierre de la administración del Teatro Centenario.
Estuve presente en su inauguración con Javiera Mena, entonces como emisario de otro medio periodístico, y también en cierta forma en su cierre, ya como parte de un medio local nacido de la necesidad de ampliar la cobertura cultural hacia distintas expresiones. El teatro fue pieza clave de ese abanico: en lo musical se movió por todos los estilos —jazz, blues, pop, electrónica, rock, metal, funk, baladas, cumbia, punk— y también abrió sus puertas a otros espectáculos como ferias, teatro, ópera, música clásica, humor y diversas corrientes culturales.
Para mí, personalmente, es una gran pérdida. Su administración siempre fue cercana a nuestro trabajo, cooperativa y dispuesta a ayudar, en una relación de reciprocidad. Muchos medios locales lamentamos la partida de este equipo. Se nos ha dicho que el teatro seguirá en esa senda, pero no es lo mismo: los lazos creados con la administración y su personal, su estilo y su forma de hacer las cosas, son irreemplazables. No solo conocí a gran parte de su staff, sino que con muchos compartí conversaciones, anécdotas e impresiones en un ambiente siempre ameno.
Extrañaremos esas jornadas en primera línea, listos para capturar las imágenes de shows a tablero vuelto y de grandes artistas que, gracias a la infraestructura del teatro, llegaron a La Serena. Muchos de ellos jamás pensamos que se presentarían en esta zona.
Sin duda, el Teatro Centenario fue un aporte invaluable que se echará de menos.






