Don Carter desata carcajadas sin censura en La Serena con su show lleno de picardía
En el marco del Día Mundial del Pene, con entradas agotadas y un Teatro Centenario repleto, Don Carter presentó un espectáculo provocador, divertido y profundamente conectado con la identidad nacional. El público respondió con entusiasmo, gritos de “¡sin censura!” y una risa colectiva.
Nota por: Daniela Bustamante
La noche del 26 de abril, el show no fue simplemente una rutina de humor: fue una celebración de la picardía chilena, esa que vive en el lenguaje cotidiano, en la talla rápida y en el doble sentido que nos define culturalmente.
Desde temprano, el ambiente se sentía cargado de entusiasmo. Mucho antes de la apertura de puertas, ya había gente esperando afuera del teatro, comentando lo que esperaban y anticipando una velada llena de risas. Y no se equivocaban: el querido comediante cumplió con creces las expectativas de un público que sabía perfectamente a lo que iba.

Fotografía de Javiera Jeria
El espectáculo comenzó puntualmente a las 21:15. Bastaron pocos minutos para que el teatro estallara en carcajadas con los primeros chistes: cortos, certeros y cargados de ese humor sin filtro.
Su estilo es directo —ordinario para algunos— pero profundamente conectado con la idiosincrasia chilena. Y lo más notable es que el público lo celebra sin tapujos. De hecho, uno de los momentos más característicos y emocionantes de la noche fue cuando los asistentes, casi como una tradición, comenzaron a gritar a todo pulmón el clásico: “¡Sin censura! ¡Sin censura!”.
Un grito que no solo pide libertad en el humor, sino que reivindica ese espacio donde lo “inadecuado” es bienvenido, precisamente porque nos hace reír desde lo más humano y desde temas que, si bien a veces resultan “incómodos”, son experiencias naturales que incluso pueden sentirse cercanas.

Fotografía de Javiera Jeria
Como era de esperarse, no faltaron los chistes clásicos: monjitas, animales, situaciones sexuales absurdas y todo tipo de referencias falocéntricas que funcionaron como una especie de ritual colectivo de humor.
Pero lo interesante es que incluso el mismo Don Carter reconoce, en medio del espectáculo, que a veces le da pudor contar ciertos chistes. Lo dice entre risas, con honestidad, y eso genera aún más cercanía con el público. “Me da vergüenza decir esto, hueón”, soltó en una de sus intervenciones, justo antes de lanzar una de sus tallas más subidas de tono.
Esa mezcla de desfachatez y pudor le da al show un matiz especial, porque evidencia que detrás de cada broma también hay una reflexión —aunque sea mínima— sobre los límites y el contexto.
Uno de los momentos más emotivos de la noche fue cuando Don Carter recordó con cariño su paso por la televisión y a su querido amigo, el Profesor Rosa. Hizo un repaso de cómo, con el tiempo, sus programas fueron transformando su enfoque: desde un humor más inocente hasta llegar al estilo actual, deslenguado, explícito y lleno de doble sentido. La gente, como testigo, respondió con prolongados aplausos, reconociendo así todo ese legado humorístico.

Fotografía de Javiera Jeria
Uno de los puntos altos de la noche fue la constante interacción con el público. Don Carter no solo lanza su rutina, sino que conversa, improvisa, recoge comentarios del público y los devuelve con agilidad. Ese “ida y vuelta” genera una conexión real, viva, donde la risa no es pasiva, sino compartida.
La intervención que se robó la atención —incluso la del propio Don Carter— fue la divertida historia relatada por un asistente entusiasta que comenzó a contar las peripecias de los “Picoamigos”, una anécdota que el comediante celebró por su sencillez y originalidad. Ese momento espontáneo resumió perfectamente el espíritu del espectáculo: reírse sin culpa, todos juntos, de lo que muchas veces solo se dice en voz baja.
Además, el show incluyó la participación de una actriz en escena, caracterizada como monja, lo que aportó una dinámica distinta, más teatral, con escenas actuadas que ofrecieron variedad y más risas al espectáculo.

Fotografía de Javiera Jeria
El espectáculo se extendió hasta las 22:30, dejando al público completamente satisfecho, aunque con ganas de más. Algunos se retiraron en cuanto terminó el show, mientras que otros se quedaron esperando una última broma, un último “¡sin censura!” que cerrara la noche con broche de oro.
En el Teatro Centenario, el chileno se reencontró con su esencia pícara, con ese placer de reírse sin culpa. Y aunque a veces se ruborice por lo que cuenta, Don Carter sigue siendo el mejor traductor de una forma de humor que, por más cuestionada que sea, sigue viva y siempre es bien recibida, sobre todo por los chilenos.

Fotografía de Javiera Jeria
Y ahora, Don Carter apunta a cruzar fronteras y expandir su humor sin filtro. En mayo, el comediante emprenderá una gira por Europa que lo llevará por importantes ciudades del viejo continente como Barcelona, Berlín, Madrid, Londres, Dublín, París y Lisboa. Una apuesta internacional que busca exportar la picardía chilena con todo su desparpajo y autenticidad.